San Juan, Puerto Rico – El Departamento de Educación (DE) de Puerto Rico dejó saber el viernes pasado que sacaría a cinco libros del currículo escolar por hallar en ellos palabras que son, a su entender, no aptas para los inocentes estudiantes que hoy día cursan nuestro sistema escolar. Sin embargo, luego de examinar más libros durante el fin de semana, el DE concluyó que en todos ellos podría encontrarse alguna palabra que pudiera ser de algún modo ofensiva, así que, «por si las moscas», decidieron prohibir absolutamente todos los libros de texto de nuestras escuelas.


Éstos son los tiernos angelillos que nunca han oído una palabra soez en su vida

Según Juan J. Rodríguez, Subsecretario para Asuntos Académicos del DE, entre los libros originalmente censurados se encuentran cuatro de autores puertorriqueños («El entierro de Cortijo», «Antología personal», «Reunión de espejos» y «Mejor te lo cuento: antología personal») y uno de un autor mexicano («Aura»), el cual fue el más fácil de poner en la lista negra porque «seguramente sólo habla de cómo hacer tacos y cómo cruzar el Río Bravo para entrar ilegalmente a los EEUU, cosa inútil para nosotros los boricuas porque nosotros ya gozamos a plenitud de los beneficios inconmensurables de vivir en suelo americano». Al preguntarle al Subsecretario si había en efecto leído todos esos libros que su departamento estaba censurando, éste aseguró que no, asegurando: «¡Tres carajos voy a leer yo libros repletos de vulgaridades y lenguaje chabacano!». Insistiéndole que cómo podía avalar el rechazo de libros cuyo contenido él ignoraba, Rodríguez ripostó: «¡Adiós cará’! ¿Y de cuándo acá hay que perder el tiempo leyendo para ser ignorante? Leer da trabajo: ¡pero ser hipócrita es bien facilito!».


Según Juan J. Rodríguez, éste seguramente es el protagonista de «Aura»

El monto de la responsabilidad de escoger los libros a censurar cayó sobre José McCarthy, Director Auxiliar del Departamento de Censura del DE. A pesar de haber removido del currículo ya a esos cinco libros ofensivos, la labor de supresión literaria de McCarthy no estaría completa hasta haber identificado todos los libros en el currículo escolar que contuvieran palabras tangencialmente objetables: «Mientras más libros ojeaba someramente, más me daba cuenta que todos contenían lenguaje que podría ofender a nuestros tiernos angelillos, o que podría tomarse como doble sentido… ¡y si lo que quieren es doble sentido, sólo vean algún programa del Gángster!». McCarthy adelantó que incluso libros que tradicionalmente han formado parte del currículo de literatura en nuestras escuelas tuvieron que ser descartados por contener palabras que podrían sacarse fuera de contexto y resultar vulgares e inaceptables, tales como «bolas», «maracas» e «independencia». «¡Y ni me hales la lengua con ‘El cantar del Mío Cid'», exclamó iracundo McCarthy, «que como no entendí la mitad de lo que decía, tengo que concluir que está repleto de barbaridades!».


Imágenes potencialmente gráficas como ésta son las que el DE quiere evitar en los libros de texto

La censura no se detuvo en novelas, sin embargo; incluso libros de matemática cayeron en la redada: «En los libros de aritmética, por ejemplo, hablan mucho del ‘cero’, y en los de trigonometría se la pasan usando la expresión ‘seno de theta’… ¡Seno de theta! ¿¡Qué lugar tiene en un libro de matemática una frase que no sólo es vulgar, sino completamente redundante!?». En esa misma línea se añadieron a la lista todos los libros de geografía de Puerto Rico, por incluir menciones («y a veces incluso gráficas fotografías») sobre «las voluptuosas Tetas de Cayey, que aunque estén medias desfalcá’s, seguramente todavía pueden incitar el mismo desenfreno masturbatorio que desataron en mí en mi época de mocedad», admitió McCarthy en un incómodo despliegue de «over-share«. También halló «posiblemente insultantes» los nombres de varios municipios puertorriqueños, entre éstos: Maricao («Todos sabemos a lo que suena eso, aunque aparente estar en portugués»); Patillas («¿O sea, ‘pequeñas lesbianas’? Not on my watch!«); Moca («¿Ésa será la esposa del ‘moco’? ¡Qué bonito!»); Lajas (¿Qué es eso, un chinito diciendo ‘Rajas’? Nice try, obscene Chinaman!«); y Ciales («Eso alude a la disfunción eréctil, algo de lo que ciertamente yo no padezco y nunca he padecido por los últimos tres años»), concluyó, curándose en salud.


«Mírenlas ahí», apuntó McCarthy. «Grande… firmes… rocayosas… em… ¡discúlpenme un segundo!», exclamó, excusándose para ir al baño

El Subsecretario para Asuntos Académicos del DE reiteró que el propósito de esta supresión literaria no es el de «menoscabar el acervo literario de nuestro estudiantado… ¡total, no es como si esta sarta de bambalanes se leyeran los libros que sus maestros les asignan de todos modos! Nuestra misión es sencilla: taparnos el joyete para que después no venga algún padre guaynabito a demandarnos porque su nena leyó la palabra ‘bicho’ en alguna novela extranjera y ahora se la pasa por ahí corriendo hasta de capota. ¡Y claro, ayuda el hecho de que nos estemos echando en un bolsillo a los religiosos fundamentalistas! En fin: no queremos ser la fuente que le enseñe doble sentido y vulgaridades a nuestros estudiantes: ¡para eso sólo necesitan ver televisión, andar por la calle, o escuchar a sus familiares y amigos hablar!». Al preguntarle a Rodríguez entonces qué leerían nuestros estudiantes en la escuela, éste respondió: «Fácil: para que se enteren de los acontecimientos de actualidad, los pondremos a leer la prensa local, donde seguramente no encontrarán absolutamente nada objetable», mientras repartía copias de «Primera Hora» al estudiantado.

Por su parte, muchos estudiantes entrevistados manifestaron que, sabiendo que el Departamento de Educación ha censurado esos cinco libros, se darán a tarea de buscarlos y leerlos a la mayor brevedad posible, explicando que «si esa pandilla de viejos moralistas e hipócritas no quieren que leamos esas novelas, ¡así de buenas deben ser!».

Por El Rata