«A la verdad que ustedes lo toman todo por el lado negativo», amonestó el Gobernador a la mayoría de los puertorriqueños quienes no se maman el dedo y perciben que la criminalidad ha ido en aumento en la Isla. «Por ejemplo, en lo que va del año ha habido 600 asesinatos, que sí, suena a un número aterrador, imperdonable e incomprensible en una isla tan pequeña como la nuestra… ¡pero al menos no fueron 1,200 asesinatos, vite!», exclamó Fortuño, rezando para sus adentros que no estemos ya en los 1,200 asesinatos en cuestión de par de meses.
Fortuño describió la situación actual de la Isla como «una baja en la tasa de legalidad: ¿qué más sencillo que eso? La gente siempre está tratando de mancillar mi administración poniendo las cosas de la peor manera posible, haciendo hincapié en cómo la criminalidad parece estar en aumento… ¿pero no se podría decir que es que la legalidad está en descenso? O sea, no es como si la Policía pudiera exhortar a la gente a que siga la ley: por lo tanto, si hay una baja en la legalidad, ¿no sería más justo echarle la culpa a la gente que no aprovecha las oportunidades de hacer cosas legales, en vez de a la pobre y aguerrida uniformada?», preguntó el Gobernador con lógica de abogado de pacotilla.
Por su parte, el Superintendente del cuerpo castrense agradeció el apoyo del Primer Mandatario, aunque difirió de él en uno de los puntos: «No estoy de acuerdo con Luisito en eso de que la Policía no puede obligar a que la gente obedezca las leyes… ¡autorícenme a tener a un guardia en cada esquina, con una macana en una mano y un pote de pepper spray en la otra, y les aviso yo si esta ciudadanía no andaría derechita!».