El Proyecto del Senado 865 describe la creación del Programa de Niñez Saludable (título original «¡Ponte A Rebajar, Gordito Pamplón!») que pretende atajar el problema de la obesidad infantil, una condición que afecta a más del 28% de los niños en la Isla. De ser aprobada, los maestros de escuela pública identificarán a estudiantes con problemas de peso (utilizando el científico método de «ver a quién le rebosan los chichos») y los referirán a un consejero que le tomará el peso y la estatura al alumno para poder cuantificar su gordura. Si el niño no rebaja en seis meses, se le impondrá a sus padres una multa de $500, y si no hay mejora seis meses después de eso, otra de $800 –dado que es obvio que las familias que no pueden costear comida saludable para sus hijos sí podrán hacerlo después de pagar $1,300 en multas.
El senador Gilberto Rodríguez Valle, autor intelectual de la medida, quiso ir más allá y también sancionar a los progenitores de bebés que podrían ser descritos como «gorditos y colora’os». «Es harto sabido que los problemas de la obesidad se resuelven más fácilmente mientras más temprano se identifiquen», explicó Rodríguez Valle, «¿y qué más temprano que cuando todavía están en pañales?». El senador confesó que su medida original incluía incluso penalidades para fetos obesos, pero que la modificó cuando los expertos a quienes consultó la describieron como «impráctica» y «ridícula» y «¿jelóu?». «A mí nadie me convence de que los bebés saludables deben ser rechonchos y rubicundos», retó Rodríguez. «A esos chiquillos hay que ponerlos todos los días a gatear aeróbicamente y a beber leche desnatada y orgánica –¡nada de dejarlos todo el santo día regodeándose en su propia inmundicia y bebiendo leche de teta vulgar y corriente! Tenemos que dejar de reírle las gracias a estos bebés regordetes que lo único que hacen es comer y no dar un tajo ni en defensa propia… ¡a menos que queramos eventualmente tener que ordenar pupitres extra-large para que quepan nuestros enormes vástagos!». Finalmente, el senador razonó que su proyecto de ley frenará de una buena vez el problema de la obesidad infantil «del mismo modo que las multas de tránsito erradicaron la conducta de conducir a exceso de velocidad».
Por su parte, una agrupación de abuelas boricuas alzaron su voz de protesta ante el proyecto de ley, indicando que no quieren que Puerto Rico se llene de bebés «enjillí’os y jinchos». «No estamos de acuerdo con esta ley porque queremos poder pellizcar, apretar y mordisquear bebés como nos dé gusto y gana», intimó doña Flor Guzmán, abuela alcagüeta de dos nietos engreídos, «y eso no da gracia si solo son un manojo de pellejos y nada más. Y no es que a nosotras las abuelas no nos preocupe el problema de la obesidad infantil: por el contrario, es muy alarmante que estos nenes hoy día estén tan gordos, y honestamente no entendemos por qué», explicó, mientras le servía cinco cucharones de arroz con longaniza a uno de sus nietos y regañaba al otro por haber dejado comida en el plato y haberle «despreciado los piononos».