El concepto de «sembrar nubes» –aunque parezca parte del plan maquiavélico de algún villano de James Bond– ha contado en la actualidad con cierto éxito en otros países. El proceso consta de esparcir en la atmósfera ciertos químicos (cloruro de calcio y yoduro de plata, para los geeks de química que nos lean), y causar así que la humedad existente en el aire se precipite en vez de dejarnos pullú’s y seguirlo de rolimpín sin que caiga ni una sola gota. «Sí, sabemos que esto suena a una de esas loqueras pseudocientíficas con las que viene el ufólogo Reinaldo Ríos», se curó en salud el presidente de la UPR, Urayoán Walker Ramos, «pero esto es raitrú raitrú. Y con esta sequía que nos tiene a todos en el área metro oliendo a sobaco de labriego gallego, ninguna propuesta es demasiado descabellada como para descartar, por más pelona que suene», concluyó, causando que la concurrencia se preguntase qué tienen de particularmente hedientes las axilas de los labradores en Galicia.
A pesar de la viabilidad de la sugerencia de los expertos en meteorología, la propuesta no contará con el apoyo de los puertorriqueños, quienes aseguraron preferir nubes importadas de otros países. «¿Nubes hechas en Puerto Rico?», preguntó dubitativamente el carolinense Macario Gómez con asco mal disimulado. «¿O sea, sembradas, cosechadas, y precipitadas aquí en la Isla? ¡Ay, fo! Eso suena a que sería lluvia chipitona y de baja calidad. ¿No sería mejor que se siembren las nubes en los Estados Unidos o en algún otro país adinerado, para así tener lluvia hecha como Dios manda? O sea: ¿qué niño preferiría un juguete de Suárez Toy House en vez de uno de Mattel? ¡Lo de afuera es lo que es!». Igualmente opinó Serafina Llaneza, de Guaynabo, quien juró: «¡Jamás me dejaría mojar con aguas de nubes sembradas localmente! Eso de consumir lo que el país produce es de república bananera, déjame decirte: lo que está in es importarlo todo de afuera y rechazar vehementemente lo autóctono, y yo siempre estoy a la moda. ¡Antes muerta que sencilla!», aseveró, quizás desconociendo que con esta sequía, lo de «muerta» quizás no esté tan lejos como piensa.
Otros consumidores boricuas afirmaron que a su parecer, el agua de lluvia de nubes foráneas es «más sabrosa, más refrescante y más mojada» que cualquier agua proveniente de nubes del patio, y que preferirían que, en vez de sembrar nubes sobre los cielos de Puerto Rico, se importasen nubes de otros países. «¿Es tanto pedir que nuestro gobierno zurque los aires de Nueva York, de California o de Florida y se traiga arrastrá’s unos cuantos nimbos con un sellito que diga ‘Made in the USA‘?», cuestionó el boricua promedio, mientras a su alrededor la agricultura local se moría a plazos cómodos.