Alberto López, líder del grupo de jóvenes, explicó: «¿Ustedes han ido alguna vez a un parque de urbanización en este país, de esos llenos de maleza y con canchas de baloncesto to’as abandoná’s? O bueno, siendo realista, dado que probablemente ustedes sean medios jaijóyet: ¿al menos le han guiado por el lado a uno de esos parques? Estos espacios comunitarios, en su pobrísimo estado, no pueden cumplir bien su propósito previsto: ser el lugar de encuentro para usuarios de droga que no tienen dónde más entregarse al vicio. ¿Dónde más se supone que la juventud boricua se dé cita para darse un cantacito, fumarse un poquito de crack o, como menos, darse un palo de ron cañita sin que los pa’is se enteren? ¿Quién quiere tener que bregar con to’ ese matorral, terreno medio inundado y facilidades sanitarias con peste a abomba’o? ¡Le exigimos al gobierno que responda a nuestro reclamo y arregle esa olla de grillos, para que podamos recrearnos en estos espacios públicos como nos dé gusto y gana y sin temor a que nos pique una culebra de monte mientras nos metemos heroína en las venas!».
Maritza Loyola, parte del grupo de muchachos que alzó la voz, igualmente opinó: «Aparte de cortar la maleza y destapar los toiles, el gobierno también tiene que aumentar la vigilancia en estos parques para garantizar la seguridad de los jóvenes que nos damos cita ahí para entregarnos a la peste. No saben cuántas veces he estado yo detrás de las gradas metálicas mohosas de una cancha de baloncesto –tranquilamente fumándome un gallito sin molestar a nadie– cuando viene un grupo de chamaquitos con la intención de jugar un tres pa’ tres. Jelou, ¿a quién se le ocurre usar esas canchas de baloncesto para jugar baloncesto, con el cemento to’ agrieta’o, las líneas despintá’s y sin tablero? Si ese fuera su propósito, ¿no creen que el gobierno las mantendría en buen estado e instalaría postes con bombillas que prendiesen? ¡Déjenme mafutear tranquila en nuestros parques públicos, y no vengan a jeringar intentando de practicar deportes en contra de toda lógica!».