Desde que comenzó la época de compras navideñas en el día conocido como «Viernes Negro», un frenesí consumista se ha apoderado de muchísimos puertorriqueños. Estos, a pesar de haberse llenado la boca todo el año diciendo que no tienen ni en qué caerse muertos, no han parado de gastar dinero en Plaza Las Américas por motivo de la época navideña. Su lema aparentemente es: «Una cosa es ser pobre, y otra cosa muy distinta es no tener dinero para gastar en lujos innecesarios y regalos a sobreprecio».
Una mujer que ayer se le oyó decir que «en casa no hay chavos», por ejemplo, hoy fue vista comprando pantaletas finas en Victoria’s Secret. Esta declaró: «Yo seré pobre, pero no veo por qué tengo que dejarme llevar por límites presupuestarios o por mi realidad fiscal: ¡es Navidad! Además, eso de dar regalos de acuerdo a los medios económicos de uno es bien cafre… ¡Pero que quede claro que yo sigo estando más pelá’ que un chucho viejo!», sentenció, aclarando: «Digo, por eso de que cantarse pobre es lo que está ‘in‘ y tener chavos es de guaynabicho mimado».
Otro cliente de Plaza Las Américas, quien fuera visto en Sears comprando un televisor plasma que no debería estar comprando según su balance bancario, explicó: «Lo mío es ser pobre de la boca pa’ fuera, ¿vite? Lo que quiero es poder evitar pagar contribuciones; quejarme a to’a boca de lo caro que está todo; y relajarme a los riquitillos come-eme — ¿pero eso de vivir como pobre? ¿Negándome lujos, viviendo dentro de mis medios y sacrificándome por mi familia…? ¡Qué va! Por Dios, ese tipo de pobreza es bien del siglo pasado: yo prefiero la pobreza moderna: guisando aquí y allá, escondiéndole chavos al Gobierno, y entarjetándome hasta las nolas para que en casa no falte ningún lujo y podamos siempre estar en las últimas. ¡Por eso pagué un billetal pa’ ir al concierto del tal Yanni ese, que ni sabía quién era!».
El origen de este extraño fenómeno es desconocido: algunos psicólogos opinan que es un caso de amnesia colectiva; algunas personas creen que la misteriosa solvencia de tanta gente pobre se trata de un «milagro navideño»‘; y otros piensan que es porque las tarjetas de crédito aguantan todo lo que la gente quiera cargar. «Dicen por ahí que ‘las últimas las paga el Diablo'», explicó un hombre que lleva un balance en su MasterCard desde tiempo inmemorial para poder darse lujos que de otro modo no podría costear. «¡Y menos mal que ese es el caso, porque yo no tengo chavos con qué pagar!».
Por su parte, miles de puertorriqueños de escasos recursos que sí saben vivir dentro de sus medios manifestaron estar «patidifusos» que tanta gente que se cante pobre simultáneamente tenga carros de último modelo, enormes televisores de alta definición y ropa cara. «En nuestro hogar yo no tengo una cartera Britto, el nene no juega PlayStation y mi esposo lo que guía es un carrito viejo», aseguró una ama de casa desde su pequeño apartamento. «Sin embargo, nosotros no estamos endeudados hasta el ñu, y en esta casa nunca hace falta comida, ropa o amor. ¿Por qué eso es un concepto que tan poca gente puede entender?», preguntó, sin saber que muchos boricuas jamás entenderían el concepto de no estar «endeudados hasta el ñu».