Newt Gingrich, exportavoz de la Cámara de Representantes federal, hizo hincapié en que él ha apoyado la estadidad de Puerto Rico desde los noventas, «décadas antes de molestarme en buscarlo en un mapa para ver dónde rayos es que está». Gingrich advirtió, sin embargo, «que hasta que los boricuas no logren abandonar el lenguaje de ghetto ese que se emperran en seguir hablando, ¡que no se vistan, que no van!».
Mitt Romney, exgobernador de Massachusetts, originalmente había declarado que «jamás consentiría en concederle la estadidad a ninguna parte de México… ¡jelou!». Sin embargo, cuando se enteró que Puerto Rico no es lo mismo que Puerto Vallarta y que hay un revolú de boricuas en Florida, cambió de parecer y prometió que apoyaría la estadidad para la Isla: «Hum… sí, sí… nada me gustaría más que aceptar en nuestra Unión a cuatro millones de marroncitos hispanoparlantes que están acostumbrados a que el Gobierno los mantenga», masculló Romney con las muelas de atrás.
Por su parte, Ron Paul, el representante de Texas que los medios insisten en ignorar porque hace declaraciones demasiado cuerdas para ser republicano, confesó que no sabía dónde estaba «Porto Rico» hasta que lo vio en un mapa amarillento que tenía de cuando era estudiante. «¿Pero cómo viven cuatro millones de personas ahí, en una isla tan pequeña?», se maravilló el representante tejano, quien evidentemente desconoce la palabra «apiñona’os».
Finalmente, Rick Santorum, el único candidato que llegó a dar su opinión sobre el estatus durante el último debate primarista, aprovechó la pregunta para hacerse el más pana del gobernador Fortuño, por lo que quizás es afortunado para él que los puertorriqueños en la Isla no pueden votar para la presidencia. Luego de cerciorarse de que Puerto Rico no es «la islita esa que está llena de negritos desamparados por culpa del terremoto», Santorum admitió: «Puerto Rico ciertamente tiene sus atractivos para mí: ahí todavía puedes insultar a los gays con palabras soeces o burlarte de ellos en los medios de comunicación y la gente te ríe las gracias… ¡y puedes hacer todo eso incluso siendo el Presidente del Senado!».
A pesar de que este repentino y conveniente apoyo a la estadidad responde más a un interés en conseguir votos que en un conocimiento profundo de la situación política de la Isla, líderes penepés están más culecos que un perro con dos rabos porque la palabra «estadidad» salió de la boca de alguien de la metrópoli. «They know we exist! They really know we exist!«, gimió desaforado el comisionado residente Pedro Pierluisi, desfalleciendo cual chamaquita prepubescente en un concierto de Justin Bieber.