«¿Sabes como cuando vas fuera de la Isla y la noche te parece demasiado silenciosa sin el cantar del coquí?», preguntó Miguel Vázquez, residente de San Juan, luciendo unas oscuras ojeras. «Pues así mismo me siento yo sin escuchar los estruendosos altoparlantes de las tumbacocos que noche tras noche pasaban por mi urbanización. Siento como un chillido en los oídos que no me deja ni dormir, que ni los coquíes, los grillos o los disparos pueden llenar. ¿Cómo se supone que duerma ahora sin la armoniosa música a to’ jendel diciéndome que Santini es el mejor candidato para San Juan?», cuestionó quejumbrosamente el sanjuanero insomne.
«Ciertamente esto está demasiado calladito últimamente por estos lares», estuvo de acuerdo Liza Guardiola, también residente capitalina. «Desde que la noche ha quedado vacía de tumbacocos y caravanas con gente tocando bocina, he tenido que recurrir a dormir escuchando estribillos políticos a to’ volumen en mi iPod… ¡pero no es lo mismo! Sin que la cama me tiemble del alboroto y sin escuchar los gritos de mi vecina popular mentándole la madre a Santini, no es lo mismo. ¿Quizás los populares que están ahora peleándose la presidencia del Senado pueden hacer campaña con tumbacocos, a ver si así logro finalmente conciliar el sueño?».
Varios expertos han sugerido que las personas que no puedan dormir sin el escándalo de las caravanas políticas pueden simplemente pagarle a un amante del reggaetón para que guíe por su urbanización, «dado que el sistema de sonido del cacomóvil promedio puede suministrar los decibeles necesarios para despertar a los muertos».