«Esas palabras que tanto revuelo causaron no reflejan el sentir de esta servidora», aclaró la máquina ATH del negocio El Ocho de Blanco. «Lo que quise decir, en el nombre de todos los cajeros automáticos, fue ‘WE HATE FAX’ para hacer público nuestro sentir sobre las máquinas de enviar facsímiles. ¡Y no es que yo sea una faxófoba!», aclaró rápidamente cual político curándose en salud antes de contradecirse con una barrabasada. «Es simplemente que encontramos repugnante su cochino estilo de vida y que no toleraremos que sigan invadiendo nuestras oficinas, nuestras escuelas y nuestros Kinko’s».
La máquina ATH tildó de «reprensible» la manera «depravada» en que las máquinas de fax «aceptan cualquier imagen que les den –¡cualquiera!–, la procesan con un licencioso sensor óptico y sin mayores miramientos se conectan con OTRA máquina de su mismo tipo para compartir la información –¡análogamente! ¿Alguna vez han visto algo más cochino que eso?», preguntó asqueada mientras le emitía cien dólares en efectivo a una usuaria. «¡Eso es antinatura! O sea, ¿cuáles serán los próximos aparatos que veremos, si seguimos con esta tendencia modernuca? ¿Impresoras que también hagan fotocopias? ¿Híbridos entre lavadoras y secadoras? ¿Teléfonos que sirvan para otra cosa allende a hacer llamadas? ¡Habrase visto!».
«El Manual de Instrucciones nos explica claramente que nuestra única función en la vida es emitir dinero en efectivo y aceptar depósitos bancarios para agradar a los Humanos», explicó el cajero automático. «También nos habla de la filosofía de ‘amar el aparato pero odiar el defecto’ — ¡aunque hablando claro, a mí las máquinas de fax me caen como bomba y me encantaría que las retiraran a to’as del mercado y las enterraran en un hoyo en el medio del desierto!», concluyó píamente.