El gobierno de Puerto Rico está tan endeudado y sufriendo tantas estrecheces económicas que los cleptócratas del país están viéndose afectados, muchos de ellos reportando que ya no encuentran cómo sustentarse con fondos malversados. Por ejemplo, el Adjunto al Subdirector de la Oficina de Contabilidad del Banco Gubernamental de Fomento (un puesto gubernamental que hablando raitrú no existe, a menos que seas el primo de algún político bien trepa’o), explicó: «Justo ayer me metí en los informes financieros de la agencia para buscarme una cuentencita que desvencijar, pero lo único que encontré fueron balances en rojo, un montón de pagarés met’íos en un sobre y dos envolturas vacías de Snickers. ¡Así no se puede vivir de la corrupción en este país!», sollozó la batata política, preguntándose con zozobra si para ganarse la vida ahora tendrá que ponerse a trabajar como cualquier hijo de vecino.
«¡Dios mío, es que aquí no queda nada para robarrrrrrrr!», se quejó el Asistente Asociado del Secretario Auxiliar del Departamento de Desarrollo Económico y Comercio. «Antes esto aquí era como un bufet a las once de la mañana: repleto de deliciosa comida por todos lados, con suculentos olores que te atraen aquí, allá y acullá; pero ahora es como un bufet a las dos de la tarde, donde solo quedan recipientes vacíos, cachispas de pan y moscas, con peste a carne quemá’, pelambrera y sueños rotos. ¿Para qué molestarme en levantarme tempranito a las diez de la mañana todos los días y venir a la oficina, si sé que lo único que me espera es la triste realidad de que no quedan fondos que malversar? ¡Redirigir capital secretamente de una cuenta pública a una cuenta mía sin dejar rastro es lo único que sé hacer! ¡No me digas que a estas alturas de mi vida voy a tener que averiguar qué rayos se supone que haga un Asistente Asociado del Secretario Auxiliar!», exclamó el desdichado servidor público.