«¡Esta ley es tan diáfana que nadie siquiera puede leer su texto!», explicó entusiasmado el gobernador Rosselló. «Hay rumores de que esta legislación obliga a las oficinas de las distintas ramas del gobierno a responder a peticiones de información pública en menos de 10 días laborables, pero no sé cómo nadie podrá verificar eso, porque la ley fue escrita en tinta invisible y ya nadie la puede leer. ¡Y no es de esa tinta que le echas limón por encima y se puede leer, no: esta es invisible de verdad! ¿Querían transparencia? ¡Pues aquí la tienen! ¡La ley hasta fue impresa en papel de calquear, por eso de hacerlo todo lo más translúcido posible!».
Teóricamente a través de esta ley, el público podría pedir acceso a documentos de interés público que el gobierno de otra manera intentaría mantener escondidos, pero lo cierto es que si hay algo que la administración no quiere que se haga público (*cough* el presupuesto *cough*), se inventarán alguna excusa para no divulgarlo. «Hablando claro, yo no sé por qué la gente tanto fastidia con que quiere ver este tipo de información», admitió exasperado Rosselló. «En serio: si mi administración hubiera hecho público nuestro presupuesto antes de sometérselo a la Junta de Control Fiscal, ¿alguno de ustedes hubiera hecho tres carajos con esa información? ¿Hubieran dejado de ver Netflix, beber cerveza o jugar PlayStation y hubieran sacado su calculadora y Excel para tirar números y ver cuál es la que? ¿No, verdad que no? ¿Verdad que hubieran seguido haciendo lo suyo tranquiléin? Ah, pues bien: mi ley de transparencia escrita en tinta invisible les permitirá seguir enajenados y pensando en pajaritos preñados: ¡de nada!».