Hace algunas semanas surgió un video de un belicoso gringo racista despotricando en contra de una mujer boricua quien estaba en un parque público luciendo una camiseta con la bandera puertorriqueña (algo que, en los Estados Unidos de Trump, aparentemente es una provocación a los blanquitos arrogantes que están choretos y súper lucí’os hoy día). «¿Qué se cree esta inmigrante carifresca, luciendo una bandera que no sea la de los Estados Unidos?», tronó Trybus. Sin embargo, al preguntársele si hubiera reaccionado igualmente al ver a un hombre blanco con una bandera de Texas en la camiseta, él replicó: «¡Claro que no! ¡Alguien así sería capaz de tener una pistola encima y callarme la boqueta a fuerza de plomo!».
Para que «coja vergüenza y aprenda lo que es bueno», Trybus fue sentenciado a presenciar la pluscuamboricua Parada Puertorriqueña en la ciudad de Nueva York, donde «no cabe una bandera boricua más, y donde la luci’era y afán por la Isla está presente en manera desmedida y quizás hasta exagerada». Trybus será obligado a lucir la monoestrellada en los pantalones, la camiseta, la gorra y hasta en los pantaloncillos, y será amarrado a la primera carroza del desfile para «tener que chuparse a miles y miles de caras marrones enérgicamente ondeando una bandera que no es la de los Estados Unidos».
«Nadie cree que este castigo hará que Trybus cambie de parecer, o que se le quite lo de pendejo o lo de racista», dictó la orden de la corte, «pero nos parece tremendo troleo, y su cara de ‘¡Alguien máteme!’ seguramente valdrá un millón. Esperamos que esta experiencia le demuestre a Trybus y a los de su calaña que las minorías no pretenden hacer que los blancos cambien –¡aunque quizás con el tiempo simplemente los desaparezcan!».