El «Women’s Health and Safety Act» calcula la edad gestacional de un feto comenzando el primer día del último periodo de la mujer, en vez de la fecha de concepción, acortando así el periodo legal para el aborto de 24 a 22 semanas. La ley fue aprobada el jueves pasado por la gobernadora Jan Brewer, quien aseguró que firmará cualquier cosa que le pongan al frente que «coarte la libertad de las mujeres sobre su cuerpo; le joda la vida a los mexicanos que llegaron de mojaditos so pretexto de ‘echar pa’lante’; o ayude en cualquier manera a sacar de la Casa Blanca al morenito igualado ese que se nos coló ahí».
La representante estatal Kimberly Yee, autora intelectual de la medida, aseguró que esta no es la última palabra que ella dirá sobre qué pueden hacer las mujeres arizonianas sobre su cuerpo: «Las mujeres en este estado (¡y en todos los estados!) necesitan que el Gobierno les imponga limitaciones sobre su cuerpo. Por ende, habiendo logrado ya que se apruebe esta nueva ley, he empezado a trabajar en mi próximo proyecto: retrasar la fecha del embarazo al momento en que la mujer recibió la mirada lasciva o el piropo pasado de color que la incitó a aflojar las piernas. O sea, si ya es ley en Arizona que una mujer pueda estar legalmente encinta antes de siquiera haber tenido una relación sexual, ¿por qué no decir que está embarazada en el momento que decidió darle el canto al primer macharrán que la piropeó con: ‘Mamita, dime quién es tu ginecólogo pa’ ir a chuparle los de’os’? Si ya botamos el sentido común por la borda, ¿qué nos detiene?», preguntó con lógica inexpugnable.
Críticos de la ya vigente «Women’s Health and Safety Act» señalan que esta no solo traquetea con las reglas de la biología, la física y el buen gusto, sino que también elimina el derecho al aborto tardío en caso de que peligre la salud o la vida de la madre. «Si a veces parece que a nosotros los republicanos se nos va la mano con esto de restringir el derecho y el acceso al aborto es solo porque queremos proteger la vida humana a toda costa», explicó Yee. «Y si parte de esa ‘costa’ es que se muera la madre, pues, ¿quién la manda a haber abierto las patas en primer lugar?».
Yee declaró que si ella, siendo mujer, no cree que estas limitaciones son irrazonables, entonces ninguna otra mujer debe sentirse reprimida. «Todas las mujeres somos iguales», explicó la representante, quien, siendo mujer, puede decir eso sin que le caigan chinches. «Todas tenemos las mismas prioridades de vida, las mismas creencias religiosas y personales, y las mismas condiciones económicas –así que no veo cuál es el problema con aprobar leyes one size fits all que nos pongan a todas en el mismo bote». Ante preguntas de cómo reconcilia esta intromisión legal en asuntos íntimos con el mantra republicano de querer el Gobierno fuera de sus vidas, Yee replicó: «Ay, nene, ya tú sabes que eso es a conveniencia: si es para restringir el derecho de las mujeres sobre su cuerpo; prohibirle el matrimonio a los homosexuales; o enhocicarle la religión cristiana a los niños en las escuelas, para eso nos hacemos de la vista larga. Después que no sea para adelantar causas liberaloides, ¡el Gobierno puede meterse donde sea!».