José María Cruz, uno de los portavoces del grupo cristiano, expresó lo mucho que lo ofendió al enterarse que había habido una «exposición deshonesta y libidinosa» en la Plaza del Quinto Centenario en el Viejo San Juan. «Yo no estaba ahí, ni conozco a nadie que estuviera ahí», aclaró Cruz, «pero si algo he dominado yo como persona de fe es el arte de ofenderme a la menor provocación por cosas que no me atañen ni siquiera marginalmente. No podemos permitir que alguien que esté visitando el Viejo San Juan tenga que sufrir la afrenta de ver algo reprensible y que no debería existir en nuestra sociedad moderna», subrayó, sin duda no refiriéndose a las docenas de deambulantes andrajosos, enfermos y necesitados a los cuales seguramente le pasó por el lado sin darse cuenta. Hablando sobre qué acción piensa tomar ahora, Cruz declaró: «Sencillo: nosotros haremos lo que haría Jesús… ¡demandar a medio mundo!».
En la demanda a la ciudad capitalina también se incluirán recriminaciones por «el flagrante y concupiscente despliegue de la envidiable rigidez, el apetecible grosor y el descomunal tamaño del Tótem Telúrico» que figura prominentemente en la Plaza del Quinto Centenario. Rosario Concepción, la esposa de Cruz, explicó: «¿Cómo se supone que una buena cristiana se pueda pasear por esa plazoleta y ver ese aparato sin que se le dañe la mente a una con imágenes lujuriosas y pecaminosas? De cierto os digo que cada vez que veo el enorme tótem ese, fantaseo con encontrarme al ‘Telúrico’ ese menta’o del cual hicieron el molde para ‘yacer con él como yace el hombre con la mujer’ y luego virarlo como una media… ¡ay, pero qué cochinadas estoy diciendo!», declaró horrorizada, persignándose pluscuampíamente. Respondiendo a la pregunta de que si no sería más fácil cerrar los ojos al presenciar imágenes que pudiera considerar obscenas, la creyente replicó: «¡Chacho, si cierras los ojos y le das rienda suelta a la imaginación es peor aún!».
Al cuestionarle al portavoz de la agrupación religiosa cuál es el raciocinio de demandar al municipio de San Juan por la acción de unos cuantos ciudadanos privados, este explicó: «La administración municipal tiene que controlar el comportamiento de todas las personas en todo momento, y el no hacerlo es abdicar de su responsabilidad de imponer la moral cristiana sobre el resto de los habitantes. Claramente es el deber del gobierno inmiscuirse en todas las facetas de las vidas de los ciudadanos –¡menos en su vida religiosa, claro está! Ahí sí que más vale que no se metan y que nos dejen hacer lo que nos dé la gana… ¡y que se atrevan a intentar cobrarnos impuestos! ¡Nada atenta más en contra de la separación de la Iglesia y el Estado que intentar de separar a la Iglesia de su dinero!».