«¡Cabrón! ¡Si tengo la señal puesta, ¿pa’ qué carajo aceleras?!», gritó Patricia Álvarez, quien amablemente nos permitió estar en el carro con ella mientras nos contaba su experiencia. «O sea: ¡en este jodí’o país la señal de pasar significa ‘pásame’! Tan bien que la pasé en Nochebuena después de bajarme del avión: la musiquita de Navidad, el coquito, los familiares… y no hago más que treparme en el carro, y mira, ¡ya estoy agitá! O sea, allá afuera tú pones la señal y… ¡Cabrón! ¡Cómo te vas a comer la luz, si se puso roja hace tres segundos! ¡Cabrón! ¿Por qué me tocas bocina si la luz ACABA DE CAMBIAR A VERDE? ¡PUÑETA!», exclamó, sacándole el de’o a nadie en particular.
«¿Cómo que no hay luz, Mami? Y agua: ¿hay?», preguntó Patricia luego de que nos bajáramos del carro y entráramos a la casa de su mamá. Al darse cuenta de que preguntó por el agua inmediatamente, como si fuera lo más normal del mundo que de vez en cuando se fueran el agua y la luz, la amiga Patricia declaró elocuentemente: «¡MALDITA SEA! ¡Ya me estoy acostumbrando a la mediocridad de nuevo! ¡ARRRGH!».
Para alivio de la amiga Patricia, los síntomas de rabia iracunda que experimenta se disiparán tan pronto se baje del avión en los Estados Unidos, se trepe en el carro y el primer gringo desacelere cuando ponga la señal en la autopista para que pueda cambiar de carril.