«¿Vieron, que no era tan difícil? ¿Que no había que ponerse con changuerías poniendo barricadas y encadenando portones?», regañó la presidenta mientras los jóvenes, cabizbajos, por fin entendían la lección que la siempre educadora les estaba tratando de inculcar todo este tiempo. «Es todo cuestión de cortesía: pidan las cosas con vergüenza, tranquilidad y amabilidad, y mire, se los damos. Espero que lo piensen mejor la próxima vez que se pongan con que hay que hacer huelgas y cerrar portones para hacerse sentir», sentenció.
«Las puertas del Capitolio siempre estarán abiertas para ustedes, hijos», sollozó entre lágrimas el presidente del Senado, Thomas Rivera Schatz mientras le daba un caluroso abrazo a cada estudiante. «Siento mucho haberles cerrado las puertas y ponerles la fuerza de choque al frente, pero el día que ustedes sean padres entenderán. Tenía que enseñarles que para hacerse sentir, lo único que tienen que hacer es tocar la puerta en mi oficina pidiendo permiso para entrar y con mucho respeto pedirle a su merced que les haga el favor de no subirles la matrícula ni que le quite fondos a la Universidad. Ya, eso es todo. ¡No hay necesidad de coger macanazos ni gas pimienta!», exclamó.
Acto seguido, la fuerza de choque entró de sorpresa y sacó a macanazos a los estudiantes del lugar, mientras Nivia y Tomás reían a carcajadas por el buen rato que pasaron a costa de los pobres muchachos.