«El desastre que ocurrió aquí ayer, que no mencionaré por nombre porque lo único que quiero hacerles creer es que fue un desastre, ha afectado a una de las clases más necesitadas de la isla: millonarios exitosos que han sido vilificados y estigmatizados por perdedores pelú’s que nunca han tenido ni tendrán éxito en la vida», explicó el gobernador, mientras le brillaba los zapatos con la lengua al CEO del Banco Popular, Richard Carrión.
«Su Merced, Don Richard, es un vivo ejemplo de lo doloroso que ha sido este desastre para todos los residentes de aquí. ¿Ustedes saben el cariño que él le tenía a esos vidrios que se rompieron?», cuestionó. «Con este revolú aquí: ¿Cómo podemos pretender que Sus Mercedes puedan seguir mandando en el país desde las tinieblas? Es por eso que estaremos remplazando los vidrios de sus edificios con cristales a prueba de tiros y ahumados: ¡pa’ que puedan seguir mandando sin miedo de ser interrumpidos ni que los vean!», exclamó.
El gobernador se retiró, besando los anillos de cada banquero.