«Bueno, gente, el pueblo habló, y yo obedezco. No me puedo quedar un minuto más de lo prometido. Tengo que ir a hacer las maletitas», explicó, al tiempo que se empezaba a aflojar la corbata y miraba en los anaqueles de su escritorio por si algo se le había quedado. En las ventanas al fondo, se observaba el humo del Capitolio ardiendo.
«Ya yo cumplí mis responsabilidades. Firmé unas cuantas leyecitas esta semana, acomodé mis panas en puestos pa’ que breguen bien luego, me saqué un par de fotitos pa’l Instagram y Tuíter, y más importante aún: ¡Les di un Secretario de Estado pa’ que coja mi lugar con dos días enteritos para evaluarlo! ¡Pero apúrense, que ya mismo me voy!», exclamó.
Le preguntamos si esto significaba que ya tenía un candidato identificado de consenso en caso que Pierluisi no fuera confirmado en las próximas horas, y este se limitó a reír a carcajadas. Acto seguido, procedió a sacarle el seguro a una granada, tirarla en el piso y a salir de la oficina al tiempo que cerraba la puerta.