«Yo sé que un par de payasos graciositos, probablemente de los medios puercos y canallas de este país, dirán que tiramos a Héctor debajo del party bus. ¡Nada más lejos de la verdad!», juró un usualmente airado Rivera Schatz. «Lo que ocurrió fue que queríamos estar cada minuto de esos momentos difíciles con Héctor y, pues, decidimos nutrirnos de empanadillas de chapín en Loíza antes de irnos para el tribunal. Así, llenitos y contentos, no tendríamos que salir en ningún momento de la sala y podríamos hacer acto de presencia hasta la conclusión de la vista. Desgraciadamente, el destino no cooperó y llegamos unos minutos tarde. ¡Qué pena, porque le habíamos traído unas alcapurrias!», explicó el presidente senatorial desde el desolado estacionamiento del Tribunal Federal mientras sostenía una bolsita de papel toda grasienta.
Al señalarle que su historia de por qué no llegó sonaba algo inverosímil, este respondió: «Para nada, miembro de la prensa canalla de este país. Inverosímil hubiera sido decir que no fui porque me encontraba fuera de Puerto Rico. O sea, ¿cómo se me ocurriría poner un viajecito por encima de estar con mi amigo del alma? ¡Eso sí me hubiera quedado bien rata!».