Washington, D.C., Estados Unidos – Fuentes dentro de la Casa Blanca anunciaron que, tras la visita de Herr Papa Benedicto XVI a los Estados Unidos la semana pasada, el Presidente George W. Bush ha adquirido el don de la infalibilidad que otrora perteneciera al Santo Padre, confirmando las sospechas de muchos de que Bush es incapaz de equivocarse. Dicha transferencia también ha puesto en grandes aprietos a la Iglesia Católica, la cual, sin poder referir todas las interrogantes de sus feligreses a la «infalibilidad papal», se ha visto forzada a admitir sus errores, por ejemplo, que las matanzas y torturas de judíos y musulmanes durante la Santa Inquisición quizás fueron, en sus palabras, «mala nuestra».
El ahora infalible Bush explicó que todo sucedió cuando tuvo de invitado a Herr Papa en la Casa Blanca: «La pendejá’ empezó así: Laura y yo habíamos invitado a Benedicto (o ‘Beno’, como le puse de cariño) a que viniera aquí a tomarse un cafecito y janguear un rato (y si quería romper a bendecir artículos nuestros que luego yo podría vender en eBay, pues mejor aún). Resulta que en una Beno se excusó para ir al baño (¡ese condenao mea como si tuviera un tubo roto!) y dejó en la sala su bastoncito y su sombrerito, tú sabes, el puntiagudo. Pues nada, me puse a monear poniéndome el sombrerito y a espadear con el bastoncito (sobre las protestas de Laura, que es más cobarde que los que se quieren salir de Irak), y como que me entró la fragancia o algo así, y me sentí como si yo siempre tuviera la razón. Digo, es posible que siempre me haya sentido así, pero el punto es que sentí como una validación cuando me puse el sombrerito encima, y ahora soy absolutamente infalible. ¡Sufran, Demócratas!».
Herr Papa preguntándose dónde habrá dejado su sombrerito
Bush se manifestó sumamente complacido con su nuevo estado de infalibilidad que anteriormente sólo había sido experimentado por los papas católicos a través de la historia. «¡Esto de no poder equivocarme es un tiro! No importa cuan descojonao se ponga nuestra guerra contra el Medio Oriente, siempre será la decisión apropiada porque así lo digo yo». Además, el Primer Mandatario halló que incapacidad de equivocarse no sólo es total, sino que también es retroactiva: «O sea que nunca he tomado una mala decisión en mis ocho años de Presidente, y cuidado si en toda mi vida: esto es un éxito porque antes siempre decía que ‘la Historia será quien juzgue’ si valió la pena invadir Irak o no: ahora la Historia se puede ir a la mierda, porque les aseguro yo ahora mismo que sí valió la pena, y que fue absolutamente necesario, aunque no hayamos encontrado tres carajos de armas de destrucción masiva».
George W. Bush: ¡infalible!
Este nuevo don del Presidente, evidentemente, no sólo le aplica a él, sino igualmente a todos los de su administración. Por ejemplo, el Vice Presidente Dick Cheney aseveró que «cuando dije en el 1994 que hubiese sido un error enviar tropas americanas a Bagdad para derrocar al gobierno de Saddam Hussein durante la presidencia de George Bush Padre porque hubiese sido un tremendo ‘quagmire‘ (o, dicho en boricua, ‘despelote’), yo tenía la razón, a pesar de que desde aquel entonces no haya cambiado nada en Irak que invalidara mi aseveración de aquella época. Igualmente, cuando ahora les digo que meterle un trapo en la boca a alguien y echarle agua en la cara para que crea que se está ahogando no es tortura, me tienen que creer sin discusiones, porque la administración Bush simplemente no se equivoca». Al preguntarle al Vice Presidente si esto tendrá algún impacto sobre la política de su Gobierno de clasificar como «secreto» casi todos los documentos que discutan las decisiones potencialmente controversiales de su administración, éste contestó: «Lo siento: eso es un secreto».
Dick Cheney: ¡infalible!
Las noticias de la infalibilidad del líder estadounidense han creado una ola de adulación entre el Pueblo americano, al punto que se ha formado un tipo de religión con un gran grado de fanatismo, cuyos creyentes se llaman a sí mismos «Republicanos». Estos «Republicanos» no sólo han aceptado a Bush como su líder libre de toda falta, sino que han seguido en los pasos de su ídolo haciendo su adoración de él retroactiva: en efecto, muchos historiadores aseguran vigorosamente que no sólo ha habido «Republicanos» desde antes de la época de la Guerra Civil, sino que éstos han creído completamente en la incapacidad de errar de Bush por más de ocho años. Por ejemplo, Bill O’Reilly, el comentarista político de la cadena Fox News, se mostró complacido por este suceso: «Yo siempre creí que George W. Bush no se equivocaba, y me alegra que estos acontecimientos hayan comprobado eso más allá de toda duda. Total, toda esa infalibilidad se estaba malgastando en el Papa: ¿qué hace él en estos días además de bendecir gente y besar el piso? ¡Quien la necesitaba de verdad era nuestro Presidente, con esta turba de harpías pidiéndole cuentas por una guerra que obviamente es absolutamente necesaria! ¡Ahora al fin tendrán que callarse la boca, si no quieren que el Presidente los fulmine con los rayos fotónicos que dispara su bastón divino!», exclamó el comentarista, grandemente exagerando las cualidades del báculo papal.
La parte damnificada en todo esto, el otrora inequívoco Papa Benedicto XVI, se quejó estruendosamente y exigió que el Presidente le regrese su infalibilidad devolviéndole su sombrero y bastón («¡los cuales, by the way, se llaman ‘mitra’ y ‘báculo’, so becerros!»). Herr Papa explicó que si bien para Bush la incapacidad de errar es un lujo («dado que de todos modos él hace lo que le dé la gana de manera rosselloesca y no le importa si la gente cree que está equivocado o no»), para el Santo Padre y la Iglesia Católica es absolutamente imprescindible: «La única manera que puedo ‘convencer’ a mis feligreses de las peladas que decimos (como que usar contraceptivos ofende a Dios) es sacándome de la manga que el Papa es infalible. Si no es por eso, nos cuestionarán por qué tiene sentido que nos opongamos al uso de condones cuando éstos no sólo previenen enfermedades sexuales, sino que evitarían que familias pobres se tornen más numerosas y más pobres; empezarían a pedirnos cuál es la lógica de estas doctrinas que les enjorquetamos a nuestros feligreses… ¡y aquí no hay lógica que valga!»
Herr Papa con la Mitra y el Báculo de la Infalibilidad