Piscataway, NJ – La jóvenes integrantes del equipo de baloncesto de la Universidad de Rutgers manifestaron estar ofendidas cuando el comentarista radial Donald Imus se atrevió a insultarles el pelo, al llamarlas “nappy-headed hos” (o, dicho en puertorriqueño, “flejes con pelo grifo”).
“¿Cómo se atreve este don a insultarme el pelo?” dice ofendida Essence Carson, la capitana del equipo de baloncesto femenino de Rutgers. “Lo de que somos medio flejes, bueno: al pan, pan y al vino, vino… ¡seremos putas, coño, pero el pelo mío más bueno no puede ser!”
Essence Carson, risueña antes de enterarse de la opinión que un viejo racista e irrelevante tenía sobre su cabellera
Matee Ajavon, otra integrante del equipo, dijo entre sollozos: “No puedo creer que después que yo me haya matado horas y horas alisando este pelo para que quede como el de Rapunzel, venga alguien a insultármelo… ¡ese viejo me debe una disculpa no sólo a mí, sino a mi estilista también!”
“¿Que un viejo blanco vino a decirme a mí que tengo el pelo malo?”, exclamó Ajavon. “Oh, no he di’int!”
La reacción de su estilista, LaShawnda Johnson, fue igualmente airada: “Yo soy una experta del alisado, y no sé quién se cree que es el viejo ése (que bastante descojonao tiene el pelo, déjame decirte) para venir a criticar mi dominio con las tenazas en el arte del estilismo. Será cierto que Matee tiene tanto millaje que ya se le borró el contador a cero, pero su pelo está de show”.
“Cuando las muchachas salen de mi salón de belleza”, dice orgullosa la estilista LaShawnda Jackson, “podrían ser la protagonista de una novela mexicana o una Miss Venezuela”
Al principio de la controversia, Imus soltó otro comentario insultante que sólo echó más leña al fuego, diciendo: “¿Por qué estas muchachas no hacen como podían hacer los Harlem Globetrotters, y se sacan un sentido del humor de la enorme pasa que tienen en sus cabezas?” Cuando se hizo del asunto un escándalo a nivel nacional, Imus tuvo que venir bajito y tratar de remendar el agravio, incluso ofreciendo donar su salario de un año, ascendente a los 10 millones de dólares, a una caridad de la elección del equipo de Rutgers.
“Claro,” dice Essence, ”el Hombre Blanco siempre tratando de sanarlo todo con el Señor Dinero… ¡como si el que esos 10 millones alimentaran a millones de niños a través de los años pudieran reparar la afrenta a la cabellera mía y la de mis compañeras!” exclamó, mientras millones de niños hambrientos disentían.
La negociación de qué sería un apropiado resarcimiento del daño siguió escalando, y cuando las ofertas de despedir a Imus de su programa radial, de encarcelarlo, e incluso de mandarlo a vivir a Harlem por un año todas fueron rechazadas por las muchachas como “insuficientemente penitentes”, Imus no tuvo más remedio que inmolarse, bañándose en gasolina y quemándose vivo.
El comentarista radial Don Imus, demostrando su superioridad cabellística, antes de prenderse en llamas
“Esto todavía nos tiene insatisfechas”, dice Essence. “Sí, se quemó el don ése, pero ahora después de carbonizado lo que hace es parecérseme a Memín, como si pretendiera convertirse en negro y tratar así de congraciarse con nosotras, lo cual encuentro aún más insultante. Desde aquí se ve claramente que su quijada todavía puede moverse un poquito y sin embargo no lo escucho disculpándose. ¡Nuestro pelo sigue altamente ofendido!”