Iglesias Católicas, Varios Países – Como parte del acto de contrición ofrecido por el Papa Benedicto XVI, todos los curas católicos que hayan sido encontrados culpables de cometer actos lascivos en contra de menores tendrán la oportunidad de disculparse con sus víctimas a solas en un sótano oscuro por cuanto tiempo sea necesario para lograr la total absolución.

Desde hace tiempo la Iglesia Católica lleva batallando acusaciones y recriminaciones de que los altos dirigentes de ésta conocían de las acciones indebidas de sus sacerdotes, y que en vez de referirlos a la justicia civil o excomulgarlos, lo que hacían era trasladarlos a otras parroquias (donde presumiblemente los nenes eran más feítos). En una carta del 1985 recién hecha pública, el entonces cardenal (y ahora Papa) Joseph Ratzinger abogó por excusar los actos lascivos de un cura estadounidense y no excomulgarlo por querer «salvaguardar la imagen de la Iglesia Universal», lo que demuestra que el sentido de la ironía sigue vivito y coleando en el Universo.


Una protesta contra la Iglesia Católica a causa del escándalo: ¡menos mal que se salvaguardó la imagen de la «Iglesia Universal»!

El Santo Padre, visiblemente cansado de tener que seguir hablando del mismo tema, aseguró: «Ahora me doy cuenta que lo menos que puede hacer la Iglesia Católica para deshacer los entuertos del pasado y sanar la herida que hemos creado en nuestra feligresía es ofrecer una disculpa personal y cara a cara entre el sacerdote que quizás no actuó de la manera más correcta y el jovenzuelo seductor que quizás si no se las hubiera estado buscando con ropajes ceñidos y miradas provocadoras, nada de esto hubiera ocurrido«. El Papa aprovechó la ocasión para asegurar que «lo importante aquí es que la Iglesia saldrá fortalecida por esta dura prueba«, indicando así que aparentemente las instituciones se fortalecen cuando violan la confianza de sus integrantes (en sentido figurado y, desgraciadamente, literal).


El Papa Benedicto ordenándole a los sacerdotes bajo su mando: «¡Id y pedid perdón a esos chiquillos de cuerpos sensuales quienes os han desviado del Camino del Señor!»

Por su parte, algunos de los curas imputados manifestaron estar de acuerdo con la decisión papal. Por ejemplo, el párroco Teófilo Augusto de España invitó «a todos aquellos jóvenes mozos a quienes pude haber hecho sentir incómodos que pasen por mi rectoría, para así poder disculparme vehementemente con ellos uno a uno tras puertas cerradas. Sobre todo le pido que venga Miguelito, quien hasta hace poco era mi monaguillo favorito: ¡no me gustaría que piense que me he quedado sin absoluciones que concederle! Y ahora con su permiso, tengo que disculparme con Raulito por par de horas en el confesionario. ¡Nadie abra la puerta!», advirtió el párroco mientras acomodaba un letrero sobre la puerta que rezaba: «If this confessionary’s a-rockin’, don’t come a-knockin’!«.


El confesionario del Padre Teófilo donde se han absuelto (¡y cometido!) muchos pecados

Igualmente se expresó el cura estadounidense Ernest Goodman, quien al igual que su compatriota Lawrence Murphy, fuera acusado de abusar de niños sordos: «Quiero disculparme personalmente con todos los jovencitos con problemas de audición de cuya confianza abusé», exclamó el Padre Goodman hablando en voz bien alta, «y prometo que de ahora en adelante los niños sordos no tienen nada qué temer de mí… ¡ya aprendí que son mejores los mudos, que no le van con chismorreos a nadie!».


Un muchachito mudo espantado al escuchar la proclamación del Padre Ernest

Los jóvenes involucrados, sin embargo, aseguraron no estar particularmente ansiosos por recibir las disculpas de sus párrocos: «Ya estos sinvergüenzas (y los altos dirigentes que los protegieron) nos robaron nuestra inocencia, nuestra confianza en el 99% de los curas que no están en estas movidas bochornosas, y nuestro respeto por la Iglesia en la cual nos criamos y que todavía amamos, a pesar de todo. ¿Ahora también quieren robarnos dos horas de nuestra vida para disculparse con nosotros en un sótano oscuro? ¡Nosotros caímos con ese cuento una vez, pero no dos veces!».

Por El Rata