«Como tantos adultos siguieron quejándose por la presencia de estudiantes de color en nuestro plantel», explicó tímidamente Joe McConnell, el principal de la escuela, «no tuvimos otra opción que pintar de blanco a esos niños de ‘colores ofensivos'». Al señalarle que claramente una opción válida hubiera sido darle un foquetazo a esa horda de idiotas intolerantes y dejar tanto al mural como a los estudiantes quietos, McConnell respondió: «Ay, me temo que eso no es posible: aquí en Arizona nosotros obedecemos al pie de la letra todas las demandas hechas por los racistas«.
En efecto, todos los estudiantes que fueran «más oscuros que un caffè latte de Starbucks» ahora tienen que reportarse a la oficina de la enfermera para que ésta les aplique un maquillaje blanco «parecido al que usó Eddie Murphy para hacerse pasar por blanco en ese sketch famoso de Saturday Night Live, o al ungüento que usó Sammy Sosa«. Sólo después de haber pasado por el proceso de «emblanquecimiento / mejoramiento» podrán dichos estudiantes ir a sus clases y participar de actividades escolares. «Y créanme», aseguró el temeroso principal McConnell, «estos racistas se la pasan merodeando los pasillos de la escuela, y si ven algún tipo de color en algún estudiante, le gritan unos improperios que sonrojarían a George Carlin».
«¡Ya es hora de dejar de ser tan tolerantes con la realidad de nuestro estado!», tronó desde su programa radial Steve Blair, miembro del consejo municipal de Prescott. «El hecho de que esta escuela le enseñe a niños marroncitos y negritos no quiere decir que tienen que sacárnoslo en cara a los que le guiamos al frente a ese maldito mural. Si estos nenes no van a ser blancos, lo menos que pueden hacer es avergonzarse de ello, ¿no?».
Al preguntarle a Blair si no considera que esta campaña en contra del mural no podría causar en los estudiantes la impresión de que son ciudadanos de segunda categoría y que no pertenecen realmente a la sociedad, éste respondió: «Coño, no lo había visto de esa manera… ¡pues mejor todavía!».