«Yo sé reconocer cuando no me quieren», explicó un cabizbajo Tito Kayak mientras sacaba ropa de su gavetero. «Esa ley obliga’o que la escribieron sólo conmigo en mente, porque sabían que iba a treparme en alguna excavadora con tal de intentar detener la construcción de gasoducto». Estas expresiones causaron que Rubén Hernández Gregorat, Secretario del Departamento de Transportación y Obras Públicas, apareciera de la nada para insistir enfáticamente: «¡Coño, que no es ‘gasoducto’: es ‘Vía Verde‘!».
«Pero está bien: si no van a dejar que siga con mi trepadera de grúas cuando el Gobierno trate de espetarnos algún proyecto de construcción que no podamos detener a las buenas, entonces me voy pa’ otro la’o donde el respeto a los derechos civiles me lo permita», sentenció el afamado ecoterrorista haciendo cucharita mientras ponía su ropa en un pañuelo amarrado y enganchado a un palito. «Quién sabe», musitó Tito mientras se echaba al hombro el palito y disponía a marcharse, «a lo mejor me vuelvo al Medio Oriente, donde las cosas están más apacibles que aquí…».
Por su parte, el autor de la medida, el senador Antonio Soto (alias «El Chuchin»), manifestó sentirse complacido no sólo de la ratificación de la ley, sino de la secuela de que ésta causara que Tito Kayak se diera finalmente por vencido: «¡Si hubiese sabido que eso era lo que iba a hacer que ese masquejode se raspara pa’l carajo, hubiera sometido esa ley el día de mi juramentación!». Ante preguntas de si convertir ese tipo de protesta en delito grave no era redundante, dado que la obstrucción de una obra de construcción con todos los permisos vigentes era ya ilegal, el Chuchin respondió: «Acuérdense que el punto no es que las leyes logren algo importante: ¡es que aparenten lograr algo importante!».