«Chinito sel paciente, ¡pelo chinito no tenel cala de pendejo!», sentenció el presidente Hu Jintao. «Cuando chinito plestal dinelo a Glan Impelio Amelicano, glingo decil a chinito que pagalían deuda lápidamente, pelo hasta el día de hoy chinito no lecibil ni un solo yuan. ¡Chinito no sabel que glingo sel tan mala paga! ¡Chinito tenel mucho colaje!», exclamó iracundo, pero «chinito solo sonal adolable» a causa de su acento. «Si glingo quelel blegal Chicky Stal y no pagal el dinelo que debe, chinito tenel que blegal cajita de pollo también, y tomal calta en el asunto», expuso el presidente chino entrecerrando los ojos maquiavélicamente (o quizás solo parpadeando: ¡quién sabe!).
Jintao explicó que «como glingo no pagal deuda pala finale del año pasado, chinito llevalse de legleso todo lo Chinatown de la nación amelicana. ¡Glingo malapaga podel ilse a la mielda!». En efecto, los Chinatowns que existían en grandes ciudades tales como Nueva York y San Francisco eran grandes vecindarios que formaban parte integral de sus respectivas urbes, y su devolución ha dejado a dichas comunidades con unas penibles mermas en salsa soya, figuritas de dragones y malos conductores; varios expertos también predicen que «la cantidad de perros realengos subirá estrepitosamente, a menos que los dueños de restaurantes coreanos y vietnamitas se agucen».
Una vez en Pekín, el Primer Mandatario chino amenazó con que, de Estados Unidos seguir siendo morosos con el pago de su deuda, también exigiría la devolución de «toda la lavandelía y tintolelía de toda la ciudade amelicana, que como todo el mundo sabel, tenel dueño chino», vaticinando que eso sumiría a la nación americana en una era donde todo el mundo andaría con una peste a chivo encima, «palecido a lo año sesenta, pelo con meno malihuana». También aseguró que reclamaría que se les envíen de regreso «todo lo salone de belleza, polque la mujele que hacel uña siemple sel china». Cuando este reportero le indicó que en efecto muchas de esas mujeres que hacen uñas son vietnamitas o coreanas, Jintao gritó iracundo: «¿Y tú cleel que glingo sabel difelencia entle chino y coleano? ¡No venil a jodel el palto, vil lata maicela!».