Huy, proveniente de Vietnam, agradeció la oportunidad de ser uno de los Tres Reyes Magos: «En mi pequeña provincia no hay trabajo allende a cultivar arroz, que, como podrán imaginar, es tan interesante y gratificante como lo es altamente remunerante. Sin embargo, ahora podré viajar de la Seca a la Meca –¡sin intención de ofender a mis predecesores árabes!– entregando los regalitos chipichapes que Santa Claus no le trajo a millones de cristianitos hispanoparlantes alrededor del mundo. ¡Mejor que estar todo el santo día con los pies moja’os y llenos de fango, infectándome con lombrices a plazos cómodos y usando uno de esos ridículos sombreritos puntiagudos!».
Por su parte, Xiaoping, también de un área rural, pero esta vez en China, expresó alegría ante su nuevo puesto: «Ya estaba harto de pasar la vida en mi pobrísima aldea comiéndome un cable –¡literalmente, un cable, porque eso es lo que hay! Era o este nuevo guiso o trabajar como esclavo del gobierno haciendo iPhones para blanquitos con chavos que botar. ¡Mejor es repartir esos productos como regalos en los hogares que todavía celebren esta tradición, que estar de sol a sol en una fábrica produciéndolos!». Finalmente, Prashanta, nativo de la India, explicó que entiende su rol en el trío: «Sé perfectamente que me contrataron para reemplazar a Baltasar para cumplir el papel de ‘el oscurito del grupo’, pero a mí, plin. Trabajé por años en centros de llamadas en Bombay, fingiendo llamarme ‘Steve’ y preguntándole a occidentales engreídos y malcria’os cómo yo podía brindarles un servicio de excelencia; en este nuevo empleo mis clientes seguramente seguirán siendo occidentales engreídos y malcria’os, ¡pero al menos estarán dormidos durante mis horas laborales!».
Se supo también que la recesión forzó otros cambios en la operación de los Tres Reyes Magos, a saber: en vez de camellos, usarán burros viejitos y cojos que no sirven ya para la granja; los regalos consistirán exclusivamente de aparatos electrónicos refurbished y ropa con ligeros desperfectos; y habrá un estricto límite de un (1) regalo por cada caja de zapatos con hierba. «Claro está, si algún niño quiere más regalos», aclaró Prashanta con una sonrisa zalamera, «un sobornito nunca le vino mal a nadie…».