«¡Ya lo ven!», exclamó satisfecho Edwin Mundo. «¡Solo con el testigo! Ya les había dicho yo a ustedes que como único pudo haber ganado el ‘NO’ en el plebiscito del domingo es con alguna trampa bajuna que haya menoscabado la voluntad democrática del Pueblo –donde ‘la voluntad democrática del Pueblo’ se define como ‘lo que le convenga al PNP’. El puertorriqueño se desvive por entregar sus derechos a wipipío y por seguir al pie de la letra las instrucciones de sus líderes políticos, y lo único que puede contrarrestar esos instintos es el cachimiro.». El comisionado electoral admitió que nunca vio ningún intercambio de dinero con sus propios ojos ni lo corroboró con fuentes de fiar, «pero sí me llegaron chismes y habladurías, y cuando uno es un escopetero lengüilargo, ¡eso da y sobra!».
Francisco «El Capo» Rivera, cabecilla de una de las más grandes pandillas de venta de drogas en el área metropolitana, confesó estar ahora «más pela’o que un chucho viejo» luego de que él, al igual que los demás bichotes de la Isla, empezó a repartir dinero a diestra y siniestra para comprar votos. «Como que no tiramos muy bien los números, ¿vite?», explicó Rivera algo abochornado. «O sea, sabíamos que mantener el derecho a la fianza era lo más importante para nosotros los que vivimos del otro lado de la ley, pero como que nos volvimos locos aflojando billete y ahora no tengo suficiente dinero ni pa’ que Denissa me dé un ‘combo completo’«, se lamentó el tirador de drogas, lamentándose porque ahora tendrá que conformarse con «un ‘cuarto de pollo sin papitas’ de la flaca de la esquina».
Los 443,369 electores que recibieron remuneración por votar en contra de la enmienda al derecho de la fianza se expresaron satisfechos de que por primera vez en sus vidas su voto sirviera para algo. «Normalmente me tengo que conformar con entregarle mi voto a Guatemala o a Guatepeor», explicó José Matos, quien lleva ejerciendo su derecho al voto desde el 1976, «pero al menos esta vez elegí proteger mis derechos civiles y sacarle par de billetes al asunto. ¡Ya era hora que un caco me diera chavos, en vez de quitármelos!».