Expertos del Negociado Federal de Investigaciones (FBI) se personaron a las inmediaciones de First Medical para investigar la existencia del presunto artefacto explosivo, y ni ellos ni sus perros entrenados pudieron encontrar nada sospechoso (templando la definición de «sospechoso», claro está, al hecho de que estamos en Puerto Rico). Uno de los canes inicialmente le ladró a un Nissan Z370 convertible, aunque luego de investigar el vehículo y hablar con su dueño los agentes no hallaron nada fuera de lo normal (allende a que alguien gane lo suficiente en la Isla para poder comprarse un carro así, y más raro aún, que nadie se lo haya robado todavía). Mientras la FBI investigaba la amenaza de bomba se formó un tremendo tapón en el área (debido a la temible combinación de «construcción en la carretera» y «un chorro de averigua’os»). Sin embargo, expertos aseguran que si se hubiera tratado de una amenaza de reggaetón, todos los ahí presentes hubieran huido despavoridos como alma que lleva el diablo en vez de quedarse a curiosear.
En lo que va de año ha habido amenazas semejantes en edificios de gobierno tales como El Capitolio, La Fortaleza, y el Departamento de Hacienda, e inexplicablemente incluso en el centro comercial Plaza Caparra en Guaynabo, donde un explosivo solo alcanzaría a hacer grandes estragos si pudiera simultáneamente viajar en el tiempo y estallar en el 2004. En todos estos casos, a final de cuentas, la investigación policiaca no logró encontrar ninguna bomba –un hecho afortunado, porque como es harto sabido, su mortal ritmo agarra a sus víctimas y se les sube por los pies, por los pies. Sin embargo, expertos aseguran que una fulminante detonación de reggaetón hubiera sido peor aún, «porque cuando se te mete uno de esos estribillos insoportables de dembow en la cabeza, no te lo puedes sacar ni con un taladro –¡aunque un taladrazo en los sesos sería preferible!».