Algún Lugar, Medio Oriente – Tras finalmente enterarse que la desconexión al Internet que sufrieran varios países del Medio Oriente a principios de mes se debió no a un acto concertado por el gobierno estadounidense, sino a que un ancla de un barco accidentalmente rompió un cable subacuático en el Mediterráneo, la agrupación terrorista Al Qaeda le declaró un jihad al ancla que cometiera el acto. Los terroristas le imputan al ancla, entre otros cargos, «habernos aislado de los aconteceres noticiosos del mundo, habernos desconectado de nuestros hermanos en la lucha por el Islam, y peor aún, habernos privado de entretenimiento cibernético tal como Facebook y videos de YouTube».
Vista del desierto árido donde los terroristas viven, razón por la cual se enzorran sin tener accesso al Internet
Ibrahim Al Mossar, Director de Comunicaciones de una facción de Al Qaeda llamada «La Espada Flameante de Alá», fue el encargado de investigar las interrupciones en la conectividad al Internet que sufrieran muchos países del Medio Oriente, y, en específico, las células de su agrupación islámico-extremista: «Al principio, como siempre, le echamos la culpa a los Estados Unidos, quienes son, como todos sabemos, el Gran Satán, el Enemigo del Islam, los Demonios Devora-Niños, yadda yadda yadda. Bueno, es que francamente ellos son nuestro chivo expiatorio de primera instancia, como cuando en enero se extravió la cabra/esposa de Yusef, uno de nuestros hermanos, y culpamos a los americanos de separarlo de su pareja en repudio a nuestras tradiciones montescas. Claro que la muy sata apareció al par de semanas cuando la mangamos apestillándose con un campesino vecino: ¡qué vergüenza la nuestra, luego del alboroto que le habíamos montado a los gringos! Nada, el punto es que esta vez decidimos esperar prudentemente a que se esclareciera el asunto, y ahora que nos convencimos de que la responsable de este acto de sabotaje fue esa ancla impía, hemos dirigido toda nuestra ira hacia ésta: ¡que se prepare!»
La cabra esposa de Yusef, causante del malentendido y cuera de siete suelas
La conectividad intermitente que reinó durante la primera semana de febrero fue, en efecto, percibida por muchos como un acto agresivo de los Estados Unidos para mantener a los terroristas mal informados sobre algún ataque inminente, pero más que eso, «nos tuvimos que perder los últimos capítulos de ‘Lost’ que estábamos bajando por Bittorrent», confesó Al Mossar. «Aquí escondíos en cuevas en estas malditas montañas áridas no hay na’ que hacer: ¡ya lo ven cómo estamos de enzorrados que Yusef se casó con una cabra! El punto es que después de coser par de banderas americanas e imprimir cartelones con la foto de George W. Bush (para poder luego quemarlas), y jugar un poco de Scrabble, el Internet es nuestra única manera de entretenernos en lo que planeamos nuestro próximo ataque… y ni hablar de lo mucho que usamos Facebook para mantenernos en contacto con viejos amigos que se graduaron de otras universidades terroristas (go Flaming Martyrs!). Hablando raitrú, que si no fuera por las loqueras que vemos en YouTube y por poder bajar episodios de ‘Lost’ y ‘One Tree Hill’, yo mismo me hubiera ofrecido para alguna misión suicida en vez de seguir aquí encerrao con este reguero de machos barbús con un conocimiento inexistente sobre la higiene».
Entrada de la cueva que es hogar de Al Mossar y sus correligionarios: «Dios mío, ¡si hasta en la foto puedes oler la peste a falt’e baño!»
Al Mossar alegó que él vino a percatarse del culpable ahora, dos semanas después del esclarecimiento de la razón de la desconexión, dado que «aquí el Internet es lentísimo aun cuando está funcionando a la perfección, así que tomó dos semanas en subir la página de Al Jazeera Interactivo donde se explicaba la realidad de la situación», asegurando que «el ancla malhechora tuvo suerte que nos tardáramos tanto en enterarnos de su culpabilidad, porque si hubiéramos declarado este jihad hace dos semanas, ésta ya hubiera sido destrozada por algún buen musulmán que hubiera podido acercársele y vengarse de ella por nosotros. ¡De seguro será cuestión de días antes de que una lluvia de fuego divino descienda sobre esa ancla infiel, y que ésta quede hecha añicos por la voluntad, de Alá! ¡Lalalalalalalá!», ululó enfático.
El ancla en cuestión no pudo emitir comentarios sobre su sentir al enterarse que es el blanco de un temible jihad, dado que las anclas no hablan.
El ancla, aunque inanimada, no es pendeja, y por eso se está haciendo la loca escondiéndose en una playa caribeña