Países Tercermundistas, Tercer Mundo – Innumerables países tercermundistas, escenarios de incómodos encuentros entre políticos estadounidenses y los habitantes nativos, han admitido que han vestido a dichos políticos en túnicas y otros hilarantes tipos de indumentaria «autóctona», en sus propias palabras, «sólo por joder», dado que nadie en dichos países de verdad se viste así.
Por ejemplo, en un simposio de la Cooperación Económica del Asia Pacífico (APEC por sus siglas inglés, en caso de que te ayude) en Hanoi, Vietnam en el 2006, tanto el Presidente estadounidense George W. Bush como el Presidente ruso Vladimir Putin se pusieron la túnica de seda «ao dai» para el deleite de todos los vietnamitas, quienes saben a cabalidad que «ao dai» quiere decir «blanquito crédulo». Nguyen Duc, el organizador del simposio, rememoró con picardía cómo lograron coger de soca a los presidentes occidentales: «¡Blanquito sel muy fácil de engatusal! Nosotlo pensal que ello no ponelse túnica azulita maliposona pala mujele con mucha estlellita, pelo ello hacello sin ploblema: sólo decille que túnica maliposona sel vestimenta típica, que sel mentila bien cablona… ¡y ello ni pleguntalon si sel veldad!», añadiendo con su posiblemente ofensivo acento vietnamita/chino: «¡Yo quelel blanquito de mascota, pala divelsión todo el año! Me love him long time!«.
George W. Bush y Vladimir Putin, cada uno luciendo más incómodo que el otro
Sin embargo, esto no quiere decir que todos los políticos que han sido engañados por otros países del mundo han sido blanquitos ignorantes. «¡Estos gringos son la changa!», opinó sonriente M’balo Gnobu, oriundo de Kenya. «Vienen aquí a hacerse los más aculturados, pero los ponemos a usar cualquier trapito ridículo que le decimos que es nativo de nuestra tribu y se lo ponen sin chistar. Por ejemplo, hace par de meses vino por aquí Barack Obama para hacerse el más negro (cuando allá en los Estados Unidos lo acusaban de no serlo lo suficiente) y le hicimos una túnica con par de cortinas de la casa de mi cuñada, le hicimos un sombrerito con tela de los pañales de mi sobrino y el tipo se lo puso todo tranquiléin e incluso posó para fotos y todo. ¡Hasta lo convencimos de que un canto de palo que encontramos afuera en el patio era un tipo de bastón ceremonial sagrado!» Gnobu concluyó diciendo: «¡Esto prueba que el americano no tiene que ser blanco para dejarse engatusar por nosotros!».
A la izquierda, Obama antes de negrificarse completamente; a la derecha, envuelto en trapos variados para el deleite de la concurrencia
En efecto, es rara la vez que algún político estadounidense haya ido a algún país africano sin que le endosen algún tipo de vestimenta nativa, para el deleite de sus habitantes, quienes suelen vestir polos y mahones la mayor parte del año. «Una vez vino por aquí Bill Clinton», rememoró Banthu Ngala, de la tribu yoruba, «y le pusimos un taparrabo diciendo que ésa era la indumentaria del Gran Jefe (cuando en realidad nuestro líder usa trajes Brioni, como los que usan los mejores y más refinados mandatarios alrededor del mundo). ¿A quién se le ocurre creer que usaríamos semejante indumentaria ilógica, además de a algún gringuito ignorante? ¡Con la de mosquitos y otros insectos que hay por to’s la’os, ¿quién rayos va a andar por ahí medio esnú’ todo el día?!» Ngala admitió que antes de recibir dignatarios de países occidentales, su tribu se reúne para decidir qué indumentaria ridícula lo obligarán a ponerse: «M’ijo, cuando vives en un país donde comes gusanos de cena y polvo de postre, ¡algo tienes que hacer para divertirte!».
Prueba fotográfica (y para nada manipulada) de Bill Clinton en taparrabo: ¡de nada!
Claramente, no han sido sólo varones los políticos que han sido burlados por países extranjeros. La misma Hillary Clinton, quien continúa su lucha rocky-esca para ganar la candidatura a la presidencia por el Partido Demócrata, ha sido engañada en sus visitas al exterior. La broma más egregia fue cuando, todavía siendo Primera Dama, fue a visitar a Bosnia, y la convencieron de que aquel plácido día y aquella tranquila recepción que le dieron cuando bajó de su avión ocurrió en realidad bajo disparos de francotiradores: «Cuando bajamos a la pista todo se veía normal», contó Clinton, «e incluso había una nenita que nos dio algunos collarcitos de bienvenida, pero los organizadores de la actividad nos dijeron que, aunque no lo pareciera, estábamos siendo asediados por mortíferos francotiradores. ¡Qué susto me llevé!». Para completar el engaño, el comité de bienvenida también le enjorquetó tanto a Hillary como a su hija Chelsea un pañuelito en la cabeza, el cual le vendieron como «señal de una mujer moderna de mucho respeto», cuando en realidad las únicas personas que todavía se ponen un pañuelo en la cabeza son mujeres campesinas de más de ochenta años.
Hillary a segundos de lo que le aseguraron era «el beso lesbiano tradicional» de Bosnia
Sin embargo, el chef d’œuvre de un país foráneo tiene que ser la vez que pusieron a Hillary Clinton (y de nuevo a su intrépida e igualmente crédula hija Chelsea) a ponerse un sombrerito puntiagudo chino, como si fuera una recogedora de arroz de antaño. «Para serles francos, hasta yo misma me sospeché que me estaban corriendo la máquina esa vez, ¡pero lo cierto es que en otros países se ponen tanta cosa ridícula que una nunca sabe!», aseguró Hillary, defendiendo implícitamente la sensatez de la moda femenina occidental, tal como zapatos con tacos imposiblemente altos y sostenes con alambres difíciles de desabrochar.
¡Hillaly quelel ganal plimalias bien dulo!