«¡Pero qué forma tan insensible de dañarnos nuestra fe, por Dios!», declaró escandalizada Guadalupe Rosario del Pozo, devota católica peruana, tras darse cuenta de que en lo único que se parecen los sacerdotes peruanos al Padre Amaro, personaje de la película El crimen del Padre Amaro, es en que «son unos enfermitos vestidos de negro que se ponen una cintita blanca de lo más cómica en el cuello». «Ya sabía yo que iba a venir un cura feostio a jodernos la película», se quejó amargamente. «O sea, ¡si este parece acabadito de salir de una grabación de Laura en América! No hay agua bendita suficiente para lavar esta maldita imagen de mi mente. ¡¡¡ESTO ES COSA DERRRRR DIABLOOOOOO!!!», exclamó mientras se hincaba de rodillas sosteniendo en sus manos una foto del actor Gael García Bernal, protagonista de la mencionada película.
Otras feligresas denunciaron que las medidas tomadas hasta este momento por el Arzobispado Metropolitano de Trujillo serán insuficientes para reparar la fe perdida de cientos de miles de creyentes peruanas: «Lo único que han hecho es separar al cura este de su puesto, ¡como si con eso pudieran enmendar el agravio que nos ha causado tener que ver al flejeberto ese ‘esnú'», exclamó enérgicamente María de Lourdes de la Concepción, católica practicante, indignada tras haber perdido su virginidad ocular observando tan asqueante video. «Si no podían grabar mejor al Padre Amaro, ¿les hubiera costado demasiado traernos al Padre Alberto Cutié para que nos cure de este mal? Un videíto con ese padre repararía nuestra fe», aseguró de la Concepción, en referencia al popular sacerdote católico que el año pasado decidió buscarse una voluptuosa jeva más que para jactarse ante sus compañeros sacerdotes.
Por su parte, sacerdotes de la región condenaron las acciones del párroco imputado, considerando que su conducta se aparta del comportamiento que se espera de un sacerdote católico: «¿Pero y quién le dijo a ese cura que era aceptable andarse tirando cualquier empleada de limpieza en su misma parroquia? ¡Para eso están las casas parroquiales, por Dios!», explicó en tono meditativo el padre Gastón Zumaeta, de la vecina provincia de Lambayeque. «¡Y encima preñó a la cosa esa que se tiró! ¿Qué es, que en Trujillo no hay monaguillos que echarse al cuerpo, o al menos pecadoras que estén buenas?», preguntó indignado el sacerdote.
Al preguntarle si consideraba esta situación como una prueba fallida para el ahora suspendido sacerdote, el Padre Gastón contestó que «a menos que la prueba haya sido para evaluar si alguien tenía un queso suficientemente atrasado como para tener sexo con un manatí, no creo que haya sido una prueba. Dios no ve con buenos ojos el bestialismo».