«Tengo que serles honesto, chicos», comenzó Papá Noel. «Esta noche no va a estar buena na’, sino medio gulemba. Hablando claro, la piña está tan agria que podría ser una toronja. Tuve que hacerle outsourcing a la construcción de juguetes a China, despedir a más de la mitad de mis duendes, y enviar mi tech support a la India. Remplacé mis renos con burros mexicanos famélicos y cambié mi pesado trineo de madera por uno de plástico bien chipichape hecho en Taiwán. Y aun con todos esos recortes, me temo que no sobró mucho dinero para procurar regalos de calidad — basta con adelantarles que muchos nenes van a recibir juguetes sacados directamente de un huevito plástico».
La reacción de los niños engreídos del planeta no se hizo esperar. «Pérate, pérate, pérate», exigió Pepito, de nueve años. «Yo me porté bien este año, luchando contra todos los instintos de mi ser, porque quería que ese gordo barbú’ me trajera un Wii y una copia de Epic Mickey. Si resulta que en efecto esta noche está ‘medio gulemba’ en vez de ‘buena’, que se prepare mi hermanita menor, porque me sentiré en la libertad de darle todas jalá’s de greñas que me contuve de hacerle este año», sentenció el travieso chiquillo, haciendo crujir los nudillos.
Por su parte, el gobernador Luis Fortuño aplaudió «las draconianas medidas económicas pluscuamrepublicanas» de Papá Noel, declarando que «solo con austeridad fiscal y privatización masiva se puede sacar de la prángana a una corporación como lo es el taller de Santa Claus o el gobierno de Puerto Rico». De hecho, inspirado por la movida preventiva de San Nicolás para «bajarle el moco a sus dependientes», el Gobernador intimó que está incluso considerando cambiarle el nombre a la Isla a «Puerto Medio Jodí’o».