Kim Jong Il, el bufónico «querido líder» de Corea del Norte, murió el pasado 17 de diciembre, nombrando dedocráticamente a su rotundo hijo, Kim Jong Un, como su sucesor. A pesar de que en sus postrimerías Kim Jong Il estaba ya algo delgado y que su hijo parece un marshmallow vestido de militar, primeros mandatarios de varias naciones occidentales han confesado que no logran distinguir al hijo del padre, algunos sugiriendo incluso que el anuncio de la muerte del líder se trata de una treta «para que nos creyamos que quien está al mando ahora no es el mismo viejo loco de siempre y bajemos la guardia».
«¿En serio se habrá muerto Kim Jong Il?», se preguntó el presidente Barack Obama mirando de cerca una foto de Kim Jong Un. «Sé que el de esta foto está algo rechoncho, pero por lo demás no veo mucha diferencia. Para mí este supuesto ‘sucesor’ de Kim Jong Il es él mismo, pero sin esas ridículas gafas oscuras y más gordito y cachetón. ¿Se supone que esta imagen me convenza de que hubo un cambio de poder en Corea del Norte?». Por su parte, el expresidente Bill Clinton, quien llegó a conocer al presunto difunto en persona, admitió no estar seguro tampoco, pero aseguró que «de todos modos no importa, porque seguramente el hijo esté tosta’o como una bolsita de Chix Trix al igual que el pai».
El Departamento de Propaga– Exterior de Corea del Norte, sin embargo, rechazó de «ignorantes e imperialistas» estas imputaciones de países occidentales: emitiendo el siguiente comunicado de prensa: «Desgraciadamente nuestro Querido Líder Kim Jong Il –¡QUE POR SIEMPRE MORE EN PAZ EN EL MÁS ALLÁ!– sí ha sucumbido ante un ataque al corazón capitalista. Su vástago y Supremo Sucesor, Kim Jong Un –¡MÁXIMO PROTECTOR DE LA NACIÓN!–, es quien tiene ahora las riendas de nuestra Bendecida Patria. Quien lo dude está viviendo en un mundo de falacias, fantasía y fabricaciones», concluyó el comunicado aliterativamente, no sin antes recordar que el fenecido dictador «era un dios que nunca defecó y escribió 1,500 libros en tres años«.